‘Tener o ser’, de Erich Fromm
Compré este libro en una librería (cosa extraña ahora que todos acuden a Amazon, en una decisión equivocadísima que arruinará los barrios). Compré este libro, decía, porque lo vi sugerido en otro libro (que es lo suele pasar cuando lees, que una cosa te lleva a otra), y el título me pareció tan sugerente que en cuanto pude lo adquirí.
Suena un poco mal decir “lo adquirí” por el libro de Fromm (a quien conocía por otras obras clásicas como ‘El miedo a la libertad’) es una crítica contundente contra la sociedad y cultura actual (el industrialismo) que basa todo en el adquirir, en el consumir, en el “tener” y muy poco o nada en el “ser”.
Fromm analiza la dictadura del “tener” en el lenguaje (piénsese la cantidad de veces que empleamos la palabra “yo”, el egotismo), las relaciones familiares y laborales (tienes valor si aceptas la filosofía de la empresa, no si piensas por ti mismo e intentas mejorarla o cambiarla) y, en general, en toda la estructura social y económica actual (que él llama el capitalismo).
Su análisis me sugirió la apuesta tan en boga de los llamados coach por el concepto de “marca personal”, la idea de cualquier triunfo en la vida y el trabajo pasa por hacer un producto de uno mismo, algo tangible, sin aristas, que se pueda vender y publicitar fácilmente. Que ese algo responda a lo que realmente es uno mismo o no es secundario. La fórmula es fácil: si quieres triunfar, “cosifícate”.
Lo que pasa es que no hay nada menos tangible que uno mismo. Para Fromm conocerse es un misterio difícil de desentrañar, pero esa es nuestra misión, aunque nos lleve toda la vida. Pero para el pensador eso no quiere decir que llevemos una vida introspectiva (lo que nos precipitaría de nuevo al vacío del narcisismo o egocentrismo), sino “volcándonos hacia fuera”, es decir interesándonos genuinamente por las cosas, por las personas, pero no con el afán de tenerlas o poseerlas, sino de comprenderlas y amarlas.
Aquí se parece un poco a Bertrand Russell, el gran pensador británico, que creía que la conquista de la felicidad pasa por estar interesado (entusiasmado) genuina y profundamente por todas las cosas. Opinaba Russell, muy gráficamente, que cualquier comida te sabe mejor si sabes los ingredientes que tiene, de donde provienen, cómo se han cocinado, etc. (Recomiendo fervientemente la lectura de su libro The Conquest of Happiness).
Algo parecido pasa con la música, especialmente la clásica: el oyente la disfruta en mayor medida si sabe distinguir los instrumentos de la orquesta, cómo los combinó el compositor, su psicología y su contexto histórico.
Así que la solución para ser mejores (individual y socialmente) es casi olvidarse de uno mismo, abrir bien los ojos, estudiar, analizar y descubrir el mundo. Es una teoría que tiene arraigo en diferentes religiones y culturas, desde el humanismo cristiano (conocer a Dios es conocer el mundo) pasando por el budismo (la supresión del deseo) hasta la crítica marxista (la denuncia del hombre alienado y aplastado por el industrialismo).
Estoy de acuerdo con Fromm en su análisis, pero no en la solución final que propone, a saber: que ese cambio urgente, ese nuevo hombre y esa nueva sociedad, a la fuerza debe imponerse desde las instituciones. No estoy de acuerdo porque toda imposición externa puede ser sospechosa o arbitraria y porque el cambio debe ser necesariamente voluntario.
Esa es, al fin y al cabo, la gran carencia del marxismo: el análisis es profundo y sincero (se esté de acuerdo o no), pero las soluciones son pésimas.
Eso sí, agradezco a Fromm que me descubra a autores nuevos que no tardaré en leer: desde el maestro Eckhart y el teólogo protestante Albert Schweitzer. Enseguida correré a la librería a comprarlos, con perdón.